Algo huele a podrido en Dinamarca. Poco antes de la medianoche, Hamlet, Horacio y Marcelo conversan entre las almenas protectoras del castillo. Mientras esperan en la oscuridad, escuchan el festejo de otros hombres del palacio que ríen y bailan borrachos; el país es el hazmereír de Europa. El fantasma del padre de Hamlet, asesinado por el rey actual, hace su aparición y Hamlet parte con él a pesar de los pedidos de sus amigos. Marcelo, enfurecido por la evidente corrupción moral y política de su país, pronuncia una de las líneas más famosas de la literatura inglesa: “Algo huele a podrido en Dinamarca.” Horacio prefiere confiar en que la voluntad divina salvará todo, pero Marcelo -sabio- sabe que no puede ser así.
Las tensiones entre la construcción, durabilidad y la falsa imagen son la base de esta exhibición en conjunto de Nicolás Vasen y Luciana Rondolini. Trabajando la escultura, dibujo, foto e instalación desde sensibilidades muy distintas, las obras de Vasen y Rondolini confluyen en su acercamiento al edificio del Centro Cultural Recoleta como frágil contenedor de significados. Las estructuras de Vasen habitan el espacio decorado de Rondolini en un contrapunto de obras que abordan conceptos opuestos que parten de la arquitectura y la construcción: tensión y resistencia, matriz y decoración, decadencia y ostentación.
Apariencia y realidad. La verdad incómoda se recubre de apariencia -a todas luces- placentera pero que requiere de una mirada más detenida. La materia se resiste al cambio pero al fin y al cabo es maleable, revelando sus capas y mecanismos interiores. Las formas hacen eco de las ideas y conversaciones que retumban por un antiguo convento. Las intrigas de palacio no están muy alejadas de las tensiones internas de una exhibición de arte. Seguimos al fantasma del padre de Hamlet hacia la oscuridad porque sabemos que no hay voluntad divina que cambie el estado del arte.
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